Pero no de la ropa. A mi no me gusta nada.
Si no, de ser transparentes sobre el precio, sobre lo que cuesta trabajar con nosotros.
Te pongo en contexto. Me escribe una clienta que se quiere hacer su casa.
Es sábado, pero en esta profesión tan gozosa, da igual si es sábado, lunes o jueves.
Su ilusión saltaba entre las letras.
Su alegría se te contagiaba mientras leías cada línea del email.
Te transmitía el brillo en los ojos, la esperanza de futuros felicísimos, entre las paredes de ese hogar.
Era calentito.
Era veraz.
Le propuse vernos, y le mandé el link.
Y le adjunté esta frase que te copio aquí literal:
"Te explico lo que cobramos, porque yo, para quedar con cualquiera, tengo que saber lo que me va a costar."
Porque a mi, cuando no me dan el precio, me parece que me quieren timar. Si no ponen los precios claros, pienso que oscilará en función de lo que puedan colarme.
Me sienta de pena.
Y me pone de un humor de perros.
El precio es el precio. Sea yo, seas tú, sea quien sea.
Yo cobro lo mismo, seas Amancio Ortega o seas mi vecina.
El precio es la expresión de tu valor.
La expresión de tu categoría.
La expresión de tu profesionalidad.
Y no es variable.
Como no es variable la calidad de tu trabajo.
Ni es variable la atención al mínimo detalle.
Ni la excelencia en la ejecución.
Por eso lo englobo en la Transparencia. Transparente.
Los precios en la web. Claros.
A la vista. Para que los conozcas de antemano, y decidas con todo conocimiento si quieres que trabajemos juntas.
Igual que explicas lo que sabes.
Igual que describes lo que haces.
Y esta forma de pensar me ha traído hasta aquí.
18 años más tarde, con la misma filosofía.
Transparencia.
Con la misma que te voy contando como van terminando los 48 libros que he escrito.
Para que todas las casas puedan tener el mejor estudio feng shui del mundo.
Para que tú puedas tener el mejor estudio feng shui del mundo.
Feliz noche de Sábado.