El presentismo es el concepto opuesto al absentismo laboral haciendo referencia a que los trabajadores siempre están en sus respectivos puestos de trabajo, aunque ello no repercuta en un aumento de su productividad.
Cuando se habla de productividad en las empresas siempre se piensa en hacer más tareas, sacar más trabajo adelante, en el mismo tiempo. Para ello se invierte en tecnología que nos ayude a ser más eficiente o se puede trabajar en técnicas de concentración. Y sobre todo hay que luchar contra el presentismo, el gran enemigo de la productividad.
Según el reciente estudio de Adecco un 53% de las empresas reconoce alguna práctica de presentismo entre sus empleados, 8 puntos más que el año pasado, cuando era del 46%. Los trabajadores siguen en la empresa más tiempo del que marca su horario, pero se ocupan de tareas personales en lugar de dedicarlas al trabajo.
Para evitarlo las empresas buscan limitar el uso del correo electrónico para uso personal, el acceso a Internet, en lo que se refiere a la tecnología, o el tabaquismo y las ausencias breves por diferentes motivos, como síntomas de que la hora de entrada y de salida no marca la eficiencia o el número de horas que se dedica a la actividad en la mayoría de las organizaciones.
Para combatir las ausencias frecuentes, la flexibilidad horaria en la hora de entrada y salida es una de las más eficaces, donde las pymes son las que más se resisten a ofrecer esta medida. A la vez el control horario mediante mecanismos de fichaje favorece el presentismo, sobre todo si no se fichan las salidas y pausas breves.
El presentismo es una cultura que se ha fomentado desde las propias empresas durante muchos años, donde a los jefes les gustaba levantar la cabeza o salir del despacho y ver que todos los empleados seguían en sus puestos a pesar de que la hora de salida ya hubiera pasado.
Y ese tiempo de exceso no se ocupaba trabajando, sino en conversaciones tomando un café en el oficina, en tareas propias, etc. Además se premiaba el presentismo en lugar del trabajador eficaz, que acababa su trabajo a su hora y se marchaba a casa. Y lo cierto es que romper esta dinámica es muy complicado si no se toma la decisión desde las cúpulas.
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