Publicación: El Periodico de Catalunya Fecha: 23/1/2017
Alfil es el nombre que reciben las puntas de las plumas estilográficas, denominación compartida con una cadena de franquicias que ha sacudido el sector que las vende, las papelerías, generalmente caracterizadas por su atomización en pequeños e independientes establecimientos.
En cinco años, esta empresa ha abierto 120 tiendas, la mayoría en España, y ha logrado facturar tres millones de euros. Por cuestiones de márketing, la cadena añadió un dominio a su nombre y paso a llamarse Alfil. be, hecho que, según su director de expansión, Josep 'Maria Turu, ha sido un elemento clave para obtener estos .resultados. «La imagen que proyecta una empresa es esencial», cuenta Turu, quien añade que «cuando las personas asocian una marca con un producto extranjero, acostumbran a pensar que es mejor que uno nacional».
La cadena fue creada en el 2011, año que Turu considera como «uno de los peores escenarios económicos para empezar con cualquier iniciativa», puesto que muchas papelerías estaban cerrando. Sin embargo, tanto Turu como los propietarios de la empresa, Pere Brau y Antonio Riba, vieron una oportunidad en este sector. «Nos dimos cuenta de que comprador y fabricante hablaban idiomas diferentes, y, en el medio, estaba el vendedor, que no sabía qué hacer y acababa teniendo que echar el cierre a su tienda», explica Turu y agrega: «La oferta no estaba preparada para la demanda existente». En concreto, para Turu, «el usuario vive en el siglo XXI, puede consultar en internet qué artículo quiere y el precio que está dispuesto a pagar, por lo que cuando va a una tienda, raramente compra lo que ve, sino lo que previamente ha buscado». Sin embargo, Turu cree que «el productor continúa en el siglo XX con unos mínimos de fabricación, puesto que sus máquinas aun no pueden generar solo una unidad, que es lo que demanda este tipo de cliente».
Es aquí donde decide colocarse Alfil, que «diseñó un sistema logístico para enlazar dos partes que no se entendían», cuenta Turu. La empresa se convirtió en el intermediario entre fabricantes, a los que hay que comprar grandes cantidades para obtener un precio bajo, y las papelerías, que se enfrentan a clientes que quieren productos muy diversos, encargándose de almacenar la demanda, adaptándola continuamente a las necesidades de compradores digitalizados.
Un buen negocio Además, la cadena de franquicias apostó por las papelerías porque el negocio, según Turu, presenta múltiples virtudes. Los productos que venden son «artículos de primera necesidad y con un coste bajo» y cuentan con «un elevado número de compradores potenciales, que van desde la gran multinacional a un estudiante».
Esta diversidad de clientes les ha permitido desarrollar tres líneas de negocio: un servicio solo para empresas, las tradicionales papelerías que están a la vuelta de la esquinay tiendas más grandes en centros comerciales. Estas últimas son la nueva apuesta de la cadena de franquicias con la queTuru espera obtener «muy buenos resultados», ya que considera que es una «opción muy innovadora».
El Periódico de Cataluña